Restaurante Alquimia



El pasado 12 de abril, cené en el restaurante Alquimia de Barcelona, para celebrar el cumpleaños de mi mujer. Adelantar que eligió ella.

No voy a decir que comiera mal, en absoluto, pero comí caro. No recuerdo haber utilizado este adjetivo (caro) como único, para definir otro restaurante en este nuestro blog, en los ya más de 6 años de vida de éste.

Como aficionado a la gastronomía actual, he comido en bastantes restaurantes con y sin estrellas, en los que he pagado algunas veces más que en el Alquimia, y cuando he salido de ellos, no he pensado en el precio que he pagado, sino en la experiencia que he vivido. Entre ellos nombrar el Celler de Can Roca en la época en la que tenía una estrella y cuando tenía 2 estrellas, o lo mismo en el Sant Pau de Carme Ruscalleda.

Los platos correctos, trabajados, alguno incluso inspirado, servicio correcto aunque mejorable (en estos rangos de precios), el espacio sencillo sin nada que destacar.

Si hubiera pagado entre 50 y 60 euros, hubiera pensado: bien, aunque prefiero otros, como el Coure o su vecino Hisop, o tantos otros y es que la oferta de buenos restaurantes en Barcelona es extensísima.

Para justificar un precio de 100 euros por persona, (sin botella de vino, solo con dos copas escasas de vinos muy corrientes), al menos hubiera apreciado algún ingrediente costoso que lo justificará, tipo trufa blanca, foie, caviar, o similar.

De los dos menús degustación de la carta, elegimos el más caro, el Cheff nos lo vendió como más Innovador, más moderno. Tenía razón, tuvimos la ocasión de ver el Menú (digamos más tradicional) que estaban comiendo nuestros vecinos japoneses a un precio de 55 o 65 euros, y algunos platos, estaban diseñados casi como platos combinados.

Un punto a favor, podría ser la oferta de copas de vinos, unas tres referencias por cada tipo de vino, a 7 euros la copa. Entiendo que abrir una botella de vino, para servir una copa tiene un riesgo, pero puedes limitarlo ofreciendo sólo una botella por tipo de vino, también aquí y en el resto de la carta de vinos me parecieron caros.

Cosas positivas a destacar, una gamba enorme (quizás el único producto que podía tener un precio, que justificara lo que pagué), cocida muy poco tiempo a baja temperatura, servida sobre sal y aromáticos quemados (laurel, clavo, etc). Curioso que la sirvieran sin cubiertos, para animarte a comerla con la mano, y utilizar un sentido más en el plato.

En la foto, la gamba.

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